La Ansiedad en el Deporte

En el día a día se experimentan un cúmulo de factores psicológicos positivos y no tan positivos, los cuales determinarán la manera de pensar, sentir y actuar de las personas; por lo que en esta ocasión se hablará acerca de la Ansiedad, cómo se presenta y la manera en que repercute en la vida de un deportista.

La Ansiedad es un estado emocional negativo que incluye sensaciones de nerviosismo, preocupación y aprensión, relacionadas con la activación del organismo.

Se clasifica en dos tipos: la que tiene un componente de pensamiento a la cual se le conoce como ansiedad cognitiva; y aquella en la que predomina un componente que constituye el grado de activación física percibida denominada ansiedad somática.

Es una respuesta puramente automática y condicionada, vitalmente importante para la supervivencia.

Una considerable cantidad de adrenalina es liberada al torrente sanguíneo, la liberación de esta sustancia permite una respuesta inmediata en múltiples órganos, los músculos se tensan, la sangre se traslada hacia ellos y el hígado llena dicha sangre con azúcar para que puedan operar con más fuerza, la respiración es más profunda y hay más oxígeno en la sangre, el cuerpo se tonifica de modo que se pueda correr más rápido de lo que se podría hacer normalmente, o se puede permanecer y luchar con más fuerza de la que se tendría normalmente.

Esta situación depende de cómo un deportista interpreta las circunstancias competitivas particulares. Su interpretación se verá influida por diversos factores tales como las experiencias anteriores, la capacidad y el entrenamiento en el manejo del estrés. Algunos de los síntomas con los que un deportista en situación estresante puede identificar niveles elevados de ansiedad son con las molestias estomacales, ganas de orinar, tensión muscular, dificultades respiratorias, fatiga excesiva, miedo, leve mareo, palpitaciones, boca seca, insomnio, falta de concentración por mencionar algunas.

Generalmente la ansiedad se presenta con mayor énfasis en la etapa pre competitiva, que ocurre durante las 24 horas anteriores a una competencia (también pueden ser días o semanas, aquí el tiempo es relativo dependiendo de la personalidad de cada deportista).
Esto resulta de un desequilibrio entre las capacidades percibidas y las demandas del ambiente deportivo, es decir, cuando la destreza y la habilidad del deportista no son percibidas como equivalentes a las del contrincante. Lo recomendable es cuando las demandas percibidas están equilibradas con las capacidades percibidas, ya que así solamente se obtiene un estado óptimo de alerta lo que permite tener el control la situación sin experimentar sensaciones y acciones que pongan en riesgo el rendimiento deportivo.

Algunas recomendaciones que pueden servir para canalizar de manera positiva la presencia de ansiedad deportiva, serían el evaluar con qué frecuencia y en qué grado se presenta, reflexionar y pensar a qué se debe, identificar el problema profundamente y tratar de cambiarlo día a día como un ejercicio.

El consultar a un psicólogo deportivo puede ser de gran ayuda. Ante todo disfrutar, cambiar de mentalidad para poder complacerse con la disciplina deportiva que se practique. Además de la diversión, otra alternativa es poner absoluta atención en los detalles de la técnica y cumplir las reglas; es importante reducir cualquier amenaza y aumentar la sensación de control, apoyándose de la imaginación y la visualización como si fuese una sesión de entrenamiento sin público, por supuesto que no es fácil y lleva tiempo.

Las diferentes técnicas de relajación y de concentración también son de gran ayuda, ya que disminuyen la ansiedad y focalizan efectivamente las acciones. Por último, el entorno que rodea al deportista debe ser un sustento, una motivación, ya que lo único que consiguen entrenadores, compañeros o familiares con presiones extras es provocar más ansiedad.
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