Las Otras Ruinas de Atenas, a 10 años de los Juegos Olímpicos

OLIMPIADA

Diez años han pasado desde los Juegos Olímpicos que, además de convocar a cientos de deportistas de élite y oleadas de visitantes, prometieron cambiarle la cara a Atenas.

El 13 de agosto de 2004, en una de las ceremonias más costosas de la historia olímpica hasta entonces, los griegos recogían la antorcha por segunda vez en la era moderna. La primera había sido en 1896.

El presupuesto total de los proyectos alrededor de la capital ascendió, según diversas estimaciones, a los US$12.000 millones. Aunque las cifras varían: la oficial fue de poco más de US$9.000 millones. Se construyeron 36 espacios para albergar las distintas disciplinas, pagados además del bolsillo del contribuyente ya que, a diferencia de otros juegos anteriores y posteriores, el gobierno de Grecia decidió no recurrir a patrocinadores privados.

Muchas de las instalaciones permanecen como ruinas, alejadas de la vista del ateniense y del turista.
Con las obras se proclamó la transformación de la ciudad de la mano de los Juegos: autopista periférica, tranvía, ampliación de trenes subterráneos y peatonalización de los alrededores de la Acrópolis.

Pero visto desde la perspectiva de 2014, muchos consideran que la inversión no ha sido una buena idea de largo plazo. Acuciantes sobre las mesas de los ministerios, y tras el estallido en 2008, quedaron la deuda, el déficit y el desempleo. Y en la ciudad, los restos materiales: muchas de las instalaciones deportivas permanecen como ruinas tras vallados, alejadas de la vista del ateniense y del turista.

BBC Mundo recorrió tres que han sufrido distinta suerte: desde el abandono y la desidia hasta una reconversión a medias para albergar actividades cotidianas de los atenienses, una década después.
La «maldición» de Hellinikó

Hellinikó fue el aeropuerto internacional de la capital griega hasta 2001.

Los proyectos para transformalo no han terminado de fructificar y es evidente el deterioro.

El flamante Eleftherios Venizelos, que recibió galardones internacionales como proyecto arquitectónico, fue levantado en el este de la ciudad para dar una imagen de modernidad cuando todas las miradas estuvieran puestas en la flamante Atenas.

De un costado quedó el histórico de Hellinikó, que en los alrededores de sus pistas y terminales del antiguo aeródromo dio espacio a más de diez sedes deportivas.

Al final de las competiciones, se dijo, el flujo económico permitiría reconvertirlo en un orgullo -otro más- de la capital. Aditamentos no le faltan: una terminal aérea a apenas 20 metros de la playa y bien comunicada con el tranvía. Transporte y buena vida.

Por el momento, hasta donde alcanza la vista, el aeropuerto ha quedado como un búnker vigilado y vacío. Doble vallado, alambre de espino, vigilantes en los accesos. Sin pasajeros y sin aviones.

En el exterior solamente un conductor de autobús atiende aburrido a comenzar un trayecto sin viajeros hacia el centro. Pintadas, cajas desperdigadas y restos de lo que podría ser un refugio para un sin techo. La pasarela que franqueaba algunos metros más allá el acceso a los estadios de hockey, béisbol y sóftbol, así como a las canchas de baloncesto y esgrima, está también clausurada.

Defendida, como el resto, de los curiosos, despistados… y de las fotografías. Lo único que parece haber cambiado en esta década es el pudor ante las instantáneas de unas instalaciones desvencijadas. En algunos puntos del perímetro se ven, muy de cuando en cuando, algunos operarios que entran y salen.

Nada sustancial que señale que Hellinikó vaya a cambiar de cara próximamente.

En agosto de 2004 una de las mayores fiestas se vivió en el voleibol de playa.

Las pruebas de sonido del Ejekt Festival, al que este año han acudido Kasabian o los Editors, resuenan en Faliro, zona exolímpica situada la parte más septentrional de la costa ateniense, cerca del famoso puerto del Pireo.
Decenas de adolescentes se agolpan a la entrada del recinto, situada al lado de un pequeño puerto deportivo. Desde donde los seguidores de estos clásicos del rock se llaman y se empujan, tensos y felices, se puede ver el que otrora fue el pabellón de taewkondo.

Este vive una segunda oportunidad como centro de eventos –allí se realizó, por caso, el Art Athina, la feria de arte contemporáneo- aunque sus alrededores sean no más que una explanada de cemento.

Desde la plaza del concierto y hasta el pabellón Karaiskaki, que es sede del club de baloncesto Olympiakos, una extensa llanura disimula sin éxito el antiguo estadio de voleibol playa, abandonado como el antiguo aeropuerto. En esta zona aún se puede tener suerte aprovechando un hueco en una de las verjas para pasar del otro lado… y pisar arena de playa, que no ha sido retirada en los diez años que lleva sin uso.
El edificio básico de hormigón con sus gradas está totalmente abandonado, hay matorrales y vegetación nacidos del sol que cae sin tregua. No hay vigilantes a esta hora de la tarde. El alambre está parcheado en varios puntos del trazado: por allí se han colado activistas para denunciar la situación de instalaciones pagadas por los ciudadanos que hoy no pueden disfrutarlas.

Una de las sedes que ha sido transformada es el pabellón donde se disputaron las competencias de taewkondo.

Abandonado a su suerte, la sede del voleibol de playa ha sido un símbolo para los activistas que denuncian el gasto en las instalaciones olímpicas.

Piscinas rescatadas

Pero no todo es abandono: por cosmética o por conciencia, y presionados en parte por campañas de distintos grupos de activistas, las autoridades han dado algunos signos de reaccionar ante el deterioro. Así, en el norte, en el complejo que alberga al equipo Panathinaikos de fútbol y baloncesto, el centro acuático olímpico ha reabierto parcialmente sus puertas.

Las piscinas y el estadio olímpico de fondo.

El complejo de OAKA, como se lo conoce, fue reformado para 2004 por el cuestionado arquitecto español Santiago Calatrava: fueron unas obras salpicadas de correcciones a mitad de proyecto, aumento del presupuesto original y quejas por los retrasos. El techo del estadio donde juega el Panathinaikos adolece de falta de mantenimiento, una vez más por escasez de presupuesto.

Ahora, OAKA tiene el estadio de fútbol y el pabellón de baloncesto del equipo del trébol. Sin embargo, todo el resto, que ha quedado al margen de la protección que supone ser sede de uno de los equipos más importantes de Grecia, está descuidado. Desde los accesos hasta los puentes peatonales. Ejemplo de esto son las piscinas, que corrieron, en un principio, la misma suerte que el resto de sus hermanos olímpicos en Hellinikó y Faliro.

Actualmente, en una de las alas del complejo acuático, una de las piscinas está llena; equipos infantiles y juveniles practican bajo las indicaciones de sus entrenadores. Los padres llegan a recoger a los rezagados de la sesión anterior. Y pasan por la foso de saltos, que, esta sí, permanece vacía.

También en estado de abandono permanecen las gradas, los puestos para periodistas y los ascensores, que acumulan basura en los rincones. Una recuperación ni mucho menos completa que apenas resiste un primer examen a fondo.

Un oasis en un desierto de abandono. Una de las piscinas del complejo acuático está siendo utilizada por equipos infantiles y juveniles.

Quitando otros casos puntuales, como el estadio de fútbol y el pabellón de baloncesto que utiliza el equipo Panathinaikos, la mayor parte del complejo olímpico sufre los años de descuido.
Con Información de BBC
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